Hace tan solo unos años, algunos responsables de tecnologías de la información de empresas, recelosos del cambio, decían cosas como:
“Sí, acabaremos cambiando a la nube porque es el futuro… pero aún no…”
Hoy esto ha evolucionado incluso en los perfiles más conservadores, pero algunos esgrimen sus dudas resumidas en la siguiente sentencia:
“Tengo que moverme a la nube, pero… ¿dejo todo lo que aún tengo invertido aquí y que conozco? mmmm…”
Dicen que la sabiduría consiste en escoger lo mejor de cada experiencia, saber mezclarla perfectamente y hacer de ello nuestra vida. Probablemente no vaya muy desencaminada la reflexión, aun trasladándola al entorno tecnológico.
Muchas empresas disponen de infraestructuras locales, no completamente amortizadas y que si bien, no aportan las ventajas de la nube, deben cumplir su ciclo de vida. En otros casos, por diversas razones, que exceden el objetivo de este artículo, hay ciertos sistemas que deben o es recomendable que permanezcan en infraestructura local, interna de la empresa.
En ambos casos, debe ser posible dotar de nuevas armas y posibilidades a nuestro negocio y muchas veces, pasa por la nube híbrida o Cloud Híbrido.
El Cloud Híbrido permite en unos casos extender la infraestructura a la nube, para mover ciertos elementos o crear otros nuevos en esta área de forma que aporten dinamismo movilidad y ahorro de recursos internos, mientras dejamos en local aquellos sistemas, procesos o datos que consideramos, que deben ser objeto de ese tratamiento o localización concreta por la razón que sea.
En otras ocasiones, permiten un primer paso a la nube y flexibilizar la empresa, dotar de frescura, nuevas posibilidades de trabajo a empleados, colaboradores y empresas con las que compartimos “algo”, para crear nexos de unión únicamente en donde interesa y bajo nuestro absoluto control y seguridad.
Todo ello realizado de forma sencilla y sin grandes curvas de aprendizaje que permiten desplegar y realizar operatorias en minutos cuando antes dedicábamos semanas.