Seguramente llevas haciendo las cosas de la misma forma desde hace muchos años y esto de la nube te da pánico.
En la tecnología ocurre lo mismo que en el resto de áreas de la vida, pero de forma más acelerada y esto te pone nervioso. Me explico: transcribir libros a mano estuvo genial para monjes durante siglos, pero con aquello de la imprenta muchas cosas cambiaron a nivel mundial y no necesitabas ser un experto en imprenta para usar un libro impreso por este método.
Seguramente jugueteas con la nube desde hace tantos años que no puedas creer. Veamos:
El correo electrónico (e-mail) es un buen ejemplo de ello. Cuando utilizas el e-mail, tus correos van desde tu ordenador, hasta otro que llamamos servidor que está en otro lugar (la nube), pertenece a otra empresa y éste a su vez lo remite a un tercero (normalmente de una tercera empresa) que quedará a expensas de que tu destinatario (que podría ser, incluso, de una cuarta empresa) abra su programa de correo para descargarlo.
La realidad es que cuatro entidades han colaborado y dispuesto la tecnología para que tu mensaje llegue en segundos desde un punto del planeta al otro.
Si eres de los que usan “webmail”, o sea, que abres un navegador y entras en Gmail, outlook.com, o cualquier otra web de correo, aun has dado un paso más en esto de la nube, pues compones tus emails, directamente en la nube. Simplificando diremos que tu ni si quiera escribes el e-mail en tu propio ordenador, sino que ya lo haces en una pantalla del ordenador remoto, que gestiona los correos electrónicos y tú, sin saberlo (mejor, no es preciso mientras funcione, ¿verdad?).
Seguro que guardar un documento en una carpeta de tu ordenador no es nada raro para ti. Por esta razón soluciones como Dropbox, (como muchos otras después) fueron adoptadas por miles e incluso millones de usuarios. Tú continuas guardando los ficheros en la carpeta y un pequeño programa que funciona de forma automática se encarga de hacer una copia en un ordenador en Internet (la nube). Cuando cambias de ordenador, y suponiendo que también tengas Dropbox en él, el mismo programa comprueba si hay algo nuevo en la nube y descarga una copia en el segundo equipo y se hizo la magia. Tú acudes a la carpeta en el segundo ordenador y allí está tu documento. Sin tener que hacer nada raro.
Si eres lector/a asiduo de este blog, pensarás… ¿pero Dropbox no era peligroso porque no me garantiza el cumplimiento en legislación de protección de datos?. Sí, pero ello no quiere decir que sea malo, sino que no se debe utilizar como solución corporativa para almacenar datos de carácter personal, pero para uso personal, puede ser un perfecto aliado para esa Excel de gastos del hogar o la carta de vacunación de tus mascotas.
La nube no es un engendro que viene a cambiar tus costumbres radicalmente, sino que es un compendio de herramientas y tecnologías que muchas veces, sin grandes cambios en tu forma de trabajar, mejoran tu calidad de vida, reducen tu trabajo, lo automatizan o te permiten desarrollarlo desde cualquier lugar para poder acompasar más fácilmente tu vida laboral y la personal.
Claro que alguna cosilla nueva aprendes cada vez. Pero son pequeños cambios y no grandes revoluciones. Y si es una gran revolución, suele serlo porque no es preciso realizar grandes cambios en las costumbres de los usuarios, pese a ofrecer algo revolucionario.
En un segundo post de esta serie, dedicada a entender la nube desde cero, hablaremos de denominaciones comerciales, formas de avanzar en la nube, modelos de trabajo y algunos otros conceptos, sencillos.