No hace mucho, un conocido comentaba, lo complejo que se ha vuelto el mundo tecnológico. Empezando por marcapasos y coches hackeables, a bombillas que indican el tiempo de vida que les queda mediante una conexión a la nube y sin dejar de lado, las cada vez más comunes prendas y accesorios que se enlazan con tu Smartphone y a múltiples nubes y aplicativos.
Como resumía Sócrates hace ya unos ciclos 😉 Solo sé que no se nada
Y es cierto, que la tecnología abarca todas las áreas de nuestra vida, privada y profesional y es realmente difícil saber cómo funcionan las cosas en cuanto a la seguridad, privacidad y cuánto estás dispuesto a asumir en lo que respecta a pérdida de control.
Esto surge de un hipotético caso en el que le exponía una pregunta:
¿Qué ocurriría si la aplicación que usas para hacer deporte, utilizase tus registros para hacer un filtro indicando cuáles de sus usuarios tienen un nivel de salud mejor o peor? Una empresa pagaría de buen grado por saber qué usuarios, potenciales empleados, son más saludables y por tanto menos propensos a sufrir bajas.
El enemigo eres tú, cuando no te interesa saber, sobre qué legislación desarrolla su actividad la empresa que está tras cierta app.
Tu propio enemigo vuelves a ser tu cuando intentas saltar las restricciones que tu empresa ha dispuesto para la seguridad.
Y el enemigo continúas siendo tú, cuando no tomas conciencia de que precisamente tú y solamente tú eres el centro del negocio, de las normas de protección, de las apps gratuitas, de no fiarte de todo lo que te mandan por email o comparten por Dropbox.
A fin de cuentas, tú eres muy valioso para terceros y muy vulnerable si TU INFORMACION es utilizada de la forma menos adecuada para tus intereses.